Se trata de la caída más drástica desde la Segunda Guerra Mundial. La pandemia ha trastocado nuestras vidas en muchos sentidos, y uno de ellos es que ha dejado respirar a la naturaleza por un espacio de tiempo, y los niveles de carbono en la atmósfera han disminuido hasta 17%.
Cientos de animales tomaron las calles, las playas, su espacio. El oxígeno de las ciudades mejoró considerablemente en su calidad y pudimos observar playas cristalinas y radiantes. Pero, en números, ¿Qué tanto dejamos de contaminar?
Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change ha cuantificado estos datos a nivel global. Solo en el mes de abril, el mes en que más de la mitad de la población mundial se encontraba confinada.
La muestra estudiada es muy significativa ya que integra los datos de emisiones de 69 países y representa el 85% de la población mundial y el 97% de las emisiones globales de CO2.
Según Robert Jackson, uno de los coautores del estudio y presidente del Proyecto Global de Carbono, esta es “la mayor caída de un año desde la Segunda Guerra Mundial. Veremos una caída de las emisiones globales de carbono al menos 4% este año y posiblemente 7 u 8 por ciento”.
Los científicos estimaron que las emisiones entre enero y mediados de abril disminuyeron un total de 1,048 millones de toneladas métricas. Sin quererlo, esta crisis se convirtió en un indicador de que es posible notar, en pocas semanas, cómo somos nosotros los intrusos cuando nos imponemos y no tratamos a la naturaleza respetando el equilibrio del cual pende, al igual que nosotros.
Actrices, directores de cine, científicos, filósofos. Cientos de voces están pidiendo que se replantee nuestro modelo de consumo, que lleva a las cenizas nuestro entorno.
No es que seamos una plaga, como muchos apuntan, sino que es momento de ajustar las maneras en que estamos haciendo las cosas y cómo estamos acomodando nuestros valores. ¿De qué nos vale el poder y la riqueza si nos quedamos sin nuestra Tierra?
Esta pausa que ha dado gran parte de la humanidad, nos ha trastocado, y ha demostrado que podemos hacer las cosas distintas, pues somos vulnerables, y estamos todos en el mismo mundo. No, no somos intocables, somos una diminuta parte del funcionamiento del todo.