La pandemia que nos ha azotado ha sido el tema de todo el mundo. Lo ha abarcado todo: hospitales, sobremesas, espacios públicos, noticieros, primeras planas, política, economía. Absolutamente todo. Y sin restarle importancia a las diversas crisis que ha ocasionado en todos los niveles y rincones mundiales, hay otros temas de suma importancia que no deben olvidarse, sobre todo, porque tienen que ver con nuestra vida en este hermoso planeta.
La ONU lo puso en palabras muy contundentes “El calentamiento global es tan mortal como el Coronavirus”. Nuestra esperanza, toda ella, está puesta en el deseo de que la pandemia sea temporal, de que sus efectos también lo sean, sin embargo, la tierra se sigue y se seguirá calentando y la única forma de usar en esta idea la palabra «temporal», es que nuestro paso por aquí puede serlo, que nuestros recursos naturales pueden serlo, si no se combaten a fondo las causas de este calentamiento y, lamentablemente, las causas tienen que ver con nuestras prácticas, con nuestro olvido a la tierra, con nuestro estilo de vida desechable, práctico, rápido: un estilo de vida que ha olvidado los tiempos y procesos de la naturaleza, que ha olvidado que es la naturaleza lo que nos soporta, sostiene, alimenta; que es la naturaleza nuestra fuente de vida, nuestra casa, nuestra enseñanza vital, nuestra responsabilidad.
En 2019, el calentamiento global tuvo consecuencias sobre la salud, la comida y el hogar de millones de personas en el mundo. Lo siguiente va a dolerte:
“La epidemia mortal de dengue que azotó a Colombia, Brasil, México y Nicaragua; la pérdida de hasta el 70% de cultivos en el Corredor Seco de Centroamérica; las inundaciones en Argentina, Uruguay; los incendios en Brasil, Bolivia y Venezuela; y los huracanes de fuerza sin precedentes en el Caribe, son solo algunas de las demostraciones de la fuerza del cambio climático. En 2019, se alcanzó un nivel récord en el nivel del mar y en olas de calor con consecuencias trágicas para la biodiversidad”.
Según palabras del Secretario General de la OMM (Organización Meteorológica Mundial), Petteri Taalas: “El virus tendrá un impacto económico a corto plazo, pero las pérdidas serán masivas si pensamos en el calentamiento global. Estamos hablando de un problema de mayor magnitud, con consecuencias en la salud de las personas y en nuestras sociedades mucho más graves. El calor del océano está en un nivel récord, con temperaturas que aumentan al equivalente de cinco bombas de Hiroshima por segundo”.
Pero el calor del mar es solo un indicador del problema. Aquí otros que seguirán azotándonos si sociedad, gobierno, sistemas políticos y económicos no tomamos la batuta en una lucha conjunta por el planeta.
Una proyección preliminar de las emisiones mundiales de dióxido de carbono fruto de la quema de combustibles fósiles apunta a un incremento de las emisiones del 0,6 %. El dióxido de carbono llegó a 408 partes por millón en la atmósfera, que es 150% más que el nivel preindustrial, y el metano llegó al 260% por encima del nivel preindustrial»
Es hora de invertir en energía limpia, regular y sancionar a las industrias que no cumplan con medidas ambientales en sus procesos de producción. Quizá es hora también de cambiar nuestros hábitos de consumo y desacelerar estos procesos masivos.
El mar amortigua los efectos del cambio climático porque absorbe el CO2, entre 2009-2018, los océanos absorbieron aproximadamente el 23 % de las emisiones anuales de CO2, con consecuencias muy negativas: incremento de la acidez de las aguas, alteración del pH, reducción de la concentración de oxígeno. Factores que amenazan a la fauna y flora marina y a todas las personas que dependen de ella.
En un periodo de 13 años, Groenlandia ha perdido aproximadamente 260 gigatoneladas de hielo cada año. En 2019, la reducción del manto de hielo se fijó en 329gt, un valor muy por encima de la media. Este derretimiento provoca que la temperatura del mar aumente, que se erosionen las costas, y se formen tormentas intensas y huracanes devastadores.
Aunque la relación de nuestra salud y la salud de la tierra no parece obvia ante los ojos de los humanos, lo es. La salud de las personas están pagando un precio alto a causa de las condiciones de calor extremo. Los cambios climáticos facilitan la transmisión del virus del dengue a través de los mosquitos. La incidencia mundial del dengue se ha multiplicado drásticamente en las últimas décadas, y el riesgo de infección afecta a aproximadamente la mitad de la población mundial.
La variabilidad del clima ha provocado un aumento del hambre en el mundo y es una de las causas principales de las graves crisis alimentarias: más de 820 millones de personas la padecieron en 2018.
En 2019, la sequía azotó al Corredor Seco de América Central y el Caribe provocando incendios forestales en el norte de Guatemala y Honduras y afectando a los cultivos y a las fuentes de agua potable. La reducción de lluvia afectó a más de 50.000 familias que perdieron cerca del 80% de su producción alimentaria.
La lista continúa, estamos viviendo una emergencia dentro de otra emergencia mayor y tenemos que hacernos conscientes de que es nuestra labor remediar los daños que hemos hecho, no solo nuestra labor, nuestra única misión trascendente como sociedad.
Durante su presentación en Nueva York, el titular de la ONU, António Guterres, aseguró que se necesita que todos los países demuestren que se puede lograr reducir las emisiones a un 45% esta década, y que se alcanzarán las emisiones netas para la mitad del siglo. “Esta es la única forma de limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados”. Además, estableció cuatro prioridades en la mitigación del cambio climático:
• Los planes climáticos nacionales (las contribuciones determinadas a nivel nacional) deben mostrar más ambición. Incluso si los países implementan completamente sus planes existentes en virtud del Acuerdo de París, todavía estaremos en camino de alcanzar los 3 grados de calentamiento este siglo. Los países deben establecer objetivos claros para 2025 o 2030.
• Todas las naciones deben adoptar estrategias para alcanzar las emisiones netas cero para 2050. Hasta ahora, 70 naciones han anunciado que están comprometidas con la neutralidad de carbono para 2050. Muchos otros grupos están haciendo lo mismo, como las ciudades, los bancos y las empresas. Pero esto solo representa menos de una cuarta parte de las emisiones globales. Los emisores más grandes deben comprometerse, o los esfuerzos serán en vano.
• Un paquete robusto de programas, proyectos e iniciativas que ayudarán a las comunidades y las naciones a adaptarse a la disrupción climática y desarrollar resiliencia. No nos hagamos ilusiones. El cambio climático ya está causando calamidades, y habrá más por venir.
• Para la COP26, los países desarrollados deben cumplir con su compromiso de movilizar 100 mil millones de dólares al año para 2020. Las inversiones en energías renovables y tecnologías verdes deben aumentar.