Por: Amelia Arreguín, para Ecósfera.
Los bosques son un espacio vital para diversas especies, en particular para 300 millones de personas que dependen física, cultural y espiritualmente de este ecosistema. Las personas que habitan los bosques encuentran ahí los insumos necesarios para su vida cotidiana: combustibles, alimentos, medicina; pero también, las personas que viven en las ciudades dependen de ellos, pues, entre otros servicios, regulan la temperatura global, capturan carbono, y “producen” agua y aire.
“Debe reconocerse el papel histórico y la contribución positiva de las mujeres en el gobierno y cuidado de los bosques y garantizarse su plena participación en la toma de decisiones” (Iniciativa Mumbai-Porto Alegre sobre los Bosques. Principio 4, enero 2005)
No obstante, los proyectos modernistas extractivos han distorsionado las relaciones ancestrales al interior de los pueblos del bosque, y las relaciones de éstos con el bosque. Ese rompimiento cultural ha afectado diferenciadamente a las mujeres, privándolas, entre otras cosas, de sus derechos tradicionales al bosque y su vínculo con él. Además, la destrucción de los bosques a causa de un modelo desarrollista, ejemplificado en las plantaciones industriales de árboles o en las minas, tiene impactos graves también sobre las mujeres, porque las privan de autonomía y las empobrecen, reforzando un modelo de sociedad patriarcal.
Las mujeres indígenas y campesinas, han contribuido milenariamente al conocimiento, valoración y conservación del bosque, son sus principales guardianas, conocen profundamente sus ciclos y de todas las especies que los habitan. Pero, conforme la modernidad y la globalización, entendidas como fenómenos sociohistóricos, se han instalado en el imaginario, los aportes de las mujeres han sido invisibilizados y éstas, incluso, han sido despreciadas.
En la actualidad, las mujeres se enfrentan a múltiples problemáticas que intentan constantemente diluir su relación con el bosque y agravan las situaciones de violencia en que las culturas patriarcales (modernas o tradicionales) las han colocado:
Sin embargo, ante un panorama tan complicado, las mujeres a través de sus redes, se acompañan, se fortalecen y resisten. Pero, la resistencia no es el objetivo último sino la vida plena. Por ello, es necesario que estas realidades complejas sean transformadas. Continuemos el trabajo y la exigencia por el pleno reconocimiento y garantía de los derechos de las mujeres (según sus múltiples denominaciones: humanos, indígenas, de juventudes…).
En este sentido, como sociedades tenemos que trabajar en múltiples frentes para garantizar el reconocimiento jurídico y social al trabajo que realizan las mujeres indígenas, campesinas y de zonas rurales, así como valorar su conocimiento y acciones en favor de los bosques porque su trabajo redunda en el bienestar mundial. Ellas, son las mujeres más pobres en el planeta y al mismo tiempo son quienes nos protegen a todxs.
Una nota de Ecósfera